domingo, 15 de agosto de 2010

La Economía Ecológica

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Una Economía para el Futuro: La Economía Ecológica
Por William Austen Bradbury
El nuevo milenio trajo nuevos desafíos, y es hoy en día, en esta época de crisis de la humanidad con alta incertidumbre y cuando todo está en juego, la Economía Ecológica surge como resultado de la evolución de la ciencia con el objeto de unir las diferentes disciplinas científicas y dar otra percepción del valor que no habla sólo de dinero, sino de la calidad de vida, del conocimiento, de las habilidades y de la naturaleza.
La humanidad ha llegado a un momento, el primero en su historia, cuando su supervivencia colectiva y el destino de las futuras generaciones se encuentran en alto riesgo, gracias a la gran dependencia que ha creado sobre los recursos naturales, tanto renovables como no renovables, y el deterioro y agotamiento de los mismos.
La ciencia evoluciona según los principales desafíos que se enfrentan, y en esta época histórica de la humanidad, requiere de un gran cambio para abordar la crisis ecológica que nos amenaza. Una crisis fuera de todas proporciones; una crisis multidisciplinaria que, por lo tanto, necesita una solución multidisciplinaria a través del análisis desde una ciencia fuera de lo normal – una ciencia posnormal.
La Economía Ecológica, que se define como la ciencia de la gestión de la sustentabilidad, es una ciencia posnormal que se ha desarrollado a través de un largo proceso de reflexión, análisis y crítica por una serie de economistas e intelectuales, tales como: Nicholas Georgescu-Roegen, Howard Odum, Manfred Max-Neef, Herman Daly, Joan Martínez Alier, José Manuel Naredo, René Passet y Federico Aguilera Klink.
Analiza la economía teniendo en cuenta diferentes perspectivas y considerándola como un subsistema abierto dentro de muchos otros subsistemas (también abiertos) que se interrelacionan y son parte de un sistema más grande: el sistema de la Tierra. La economía depende de la naturaleza – no se puede separar una de la otra. La economía necesita energía y recursos naturales para funcionar, y por lo tanto es un sub-sistema dentro del entorno ambiental.
Mientras que la ciencia normal tiende a estudiar un sistema como si fuera aislado, en realidad ningún sistema es cerrado y por lo tanto aislarlo significa poner límites artificiales al análisis. Para ampliar el análisis, es necesario contar con conocimiento especializado de distintas disciplinas – no sólo ciencias económicas, sino también sociales y medioambientales. Sin embargo, no se trata de hacer análisis individuales de las diferentes disciplinas y luego sumar los resultados – los sistemas no funcionan así; tienen sinergia y por lo tanto hay que estudiar las relaciones entre los elementos y sus respectivas consecuencias. El estudio no se puede hacer sólo en términos financieros. La Economía Ecológica entiende que el dinero no tiene por qué ser el lenguaje común y que las actividades humanas también tienen dimensiones de afección, religión y estética que le dan al ser humano una razón de ser. La percepción del valor no es sólo monetario.
La Economía Ecológica trata de manejar el riesgo y la incertidumbre a través del diálogo entre una comunidad extensa de actores. Valora las opiniones de personas afectadas que a lo mejor no son expertos científicos, pero también tienen derechos y pueden opinar sobre las incertidumbres. La Economía Ecológica respeta el principio de la precaución teniendo en cuenta que hay daños medioambientales que son irreversibles (o que son acumulativos hasta llegar a un punto donde el daño total es irreversible) y esto perjudica a las generaciones futuras. Se trata de perspectivas éticas que no son consideradas en la ciencia normal (la cual pretende ser neutral al respecto).
Para proponer soluciones a los problemas globales que confronta la humanidad, el enfoque que se toma por defecto tiene que ser multidisciplinario. La Economía Ecológica, no como la economía convencional, sí tiene este enfoque y por lo tanto es capaz de abordar el tema de la sustentabilidad – es decir, cómo puede el ser humano solucionar los problemas globales a largo plazo (o indefinidamente). Mientras que las ciencias económicas normales suponen que los recursos naturales son inagotables (o que la tecnología siempre encontrará una solución al problema del escasez de los mismos), la Economía Ecológica reconoce que hay límites ecológicos al crecimiento económico.
Parte de los Principios de la Termodinámica los cuales constatan que la energía no puede ser creada ni destruida, pero a través de cualquier proceso se aumenta la cantidad de entropía (energía dispersa de la cual el ser humano no puede aprovechar). El cierre de cualquier sistema es imposible (es imposible reciclar 100% de la energía) entonces todos los sistemas son abiertos, incluso la Tierra (que depende de la radiación del Sol para sostener la vida). De ahí, en vez de estudiar los flujos de dinero, la Economía Ecológica parte de los flujos de energía en los sistemas.
Este enfoque, de analizar los flujos de energía reconociendo los límites biológicos, físicos y químicos en la biosfera, es imprescindible para poder proponer soluciones a la problemática de la sustentabilidad del desarrollo (no del crecimiento), y muchas veces es ignorado por la ciencia convencional y por lo tanto en la toma de decisiones políticas. La solución trata de optimizar la energía implementando los avances tecnológicos, para el máximo beneficio de la humanidad.
La Economía Ecológica por lo tanto es una ciencia socio-política – trata de proponer soluciones mediante procesos de negociación y mediación de forma democrática. (La Economía Ecológica engloba la parte social de la sustentabilidad, que implica equidad en la toma de decisiones.) Para tener un diálogo racional, es necesario la participación de diversas comunidades científicas – no hay ninguna que pese más que las otras – junto con otras personas implicadas que no tengan necesariamente alto conocimiento científico (en el caso del cambio climático, damnificados de las repercusiones medioambientales).
Aunque las raíces de la Economía Ecológica se remontan a mitades del siglo XIX con la enunciación de las primeras dos leyes de la termodinámica, los primeros textos importantes para la ciencia no se publicaron hasta los años 70 del siguiente siglo. Fue hasta 1989 que se fundó la Sociedad Internacional de Economía Ecológica y durante la década de los años 90 se avanzó significativamente con la consolidación de la disciplina en términos de sistematización y síntesis. El nuevo milenio trajo nuevos desafíos, y es hoy en día, en esta época de crisis de la humanidad con alta incertidumbre y cuando todo está en juego, la Economía Ecológica surge como resultado de la evolución de la ciencia con el objeto de unir las diferentes disciplinas científicas y dar otra percepción del valor que no habla solo de dinero, sino de la calidad de vida, del conocimiento, de las habilidades y de la naturaleza. www.ecoportal.net
William Austen Bradbury - EcoBASE - Educación con Base en la Agricultura Sustentable y Ecológica
http://www.cultivobiointensivo.net/EcoBASE/

Foro Social Américas

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Con colorida marcha arranca Foro Social Américas
15-08-10
El IV Foro Social Américas (FSA), instalado en el corazón del continente, arrancó con una marcha por las principales calles de Asunción desde el Consejo Nacional de Deportes hacia el edificio del Cabildo, ubicado en el centro de la ciudad. Alrededor de 10 kilómetros caminaron las delegaciones de 600 organizaciones sociales, que provienen de diversos países de América Latina.
La marcha fue encabezada por campesinas e indígenas de la Federación de Mujeres Campesinas “Bartolina Sisa” de Bolivia, la premio Nóbel Rigoberta Menchú de Guatemala, y Magui Balbuena de la Coordinadora Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas (CONAMURI) de Paraguay.
Alrededor de 4 mil personas participaron en la colorida manifestación en la que las distintas organizaciones desplegaron sus banderas, acompañados por jóvenes voluntarios/as de Paraguay que hicieron la “guardia” durante todo el trayecto. Durante todo el recorrido se escucharon consignas a favor de la integración y la liberación del continente, poniendo especial énfasis en el rechazo a las bases militares estadounidenses en el continente y a la criminalización de las luchas de los pueblos. Varios ciudadanos/as aplaudían desde las ventanas de sus casas a los manifestantes que recorrían las calles al son de la “batucada” y la música de grupos musicales bolivianos.
La dirigente de Conamuri, Magui Balbuena, fue la encargada de dar la bienvenida a todos y a todas en la plaza del Cabildo, señalando que el FSA es “un momento histórico para el pueblo de Paraguay, que posibilita encontrarnos y compartir nuestras luchas para crear un gran frente de batalla contra el imperialismo, desde esta diversidad avanzaremos en la construcción de otro mundo posible.”
El acto que tuvo como característica la locución de los idiomas que son parte del país, el guaraní y el español, presentó al coro Tava Guaraní-San Pedro, integrado por jóvenes de ese departamento. Luego, el representante del Consejo Hemisférico del FSA, el venezolano Edgardo Lander, se dirigió al público señalando que este Foro se produce en un escenario político que ha sufrido cambios en toda la región, manifestando que “el continente debe estar más unido hoy, y debe reforzar la construcción de alternativas que se han levantado, apoyando a los modelos de sociedades que tienen una apuesta distinta al neoliberalismo”.
Así se inició la IV edición del Foro Social Américas en el que 6.000 participantes desarrollaràn sus debates hasta el 15 de agosto. www.ecoportal.net
Sandra Trafilaf

viernes, 13 de agosto de 2010

Desarrollos Sustentables

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El Mocase, un hito en la defensa de la tierra
   
Por Darío Aranda
En la historia de Santiago del Estero está presente el saqueo de recursos naturales y la explotación de trabajadores rurales. Durante la primera mitad del siglo XX fue La Forestal, compañía inglesa que arrasó con los quebrachales y mantuvo condiciones laborales de semiesclavitud. Sobrevinieron las estancias con trabajo a destajo, el juarismo (régimen de gobierno que se mantuvo casi medio siglo) y el avance de los empresarios sojeros. Las familias campesinas pagaron con represión, pobreza y desalojos violentos. “Dijimos basta y nos organizamos. Ya no tenemos miedo, nadie nos pasa por arriba, nadie nos corre ni nos hace callar, ya no nos desalojan”, habla fuerte doña Mirta Quiroga, cincuenta años, orgullosa de ser parte del Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Mocase-Vía Campesina), que reúne a 9 mil familias rurales, la base de la pirámide rural. Hoy se cumplen veinte años de la conformación del Mocase, organización que marcó un antes y después en la lucha por la tierra en la Argentina.
Con esporádicos antecedentes de desalojos en la década del ’60 y del ’70, a mediados de los ’80 sobrevino una sistemática oleada de despojos de tierras a familias rurales. La resistencia comenzó con apoyo de ONG, personas vinculadas con la Iglesia Católica y comunidades de base, que gestaron un proceso organizativo en distintas regiones de la provincia. A finales de la década comenzó a tomar fuerza la idea de una organización a nivel provincial. El 4 de agosto de 1990, en la localidad de Quimilí, se oficializó la conformación del Mocase. Zenón “Chuca” Ledesma, de la localidad de Los Juríes, fue elegido primer presidente.
Los hombres y mujeres del Mocase explican que las raíces de la organización hay que buscarlas en el rechazo a ser peón rural, generalmente maltratado, siempre mal pago; intentar vivir de lo que produce con sus manos, la memoria del sometimiento de los hacheros, la formación anarquista de los ferroviarios de principios del siglo pasado, los pueblos originarios y sus luchas. “La dignidad, sentimiento de libertad, de la necesidad de vincularse con otros y de que no puede ser que unos nos dominen a otros. Había un rastro latente que los dominadores no habían asesinado del todo. De ahí se explica el esquema de poder del Mocase, que no acepta una estructura piramidal”, precisa Angel Strapazzón, integrante del Mocase-VC.
La defensa de la tierra fue el eje central del Mocase. A los continuos intentos de desalojos las comunidades respondían con organización, resistencia e incluso retomas de campos. El 12 de octubre de 1998, cuando comenzaba a crecer el monocultivo de soja más allá de la pampa húmeda, tractores y topadoras avanzaron sobre parcelas campesinas en el paraje La Simona, derribaron árboles y estuvieron cerca de atropellar a las familias. Otras familias de la organización se movilizaron hasta el lugar y montaron una carpa negra que sirvió de espacio de reunión y visibilización del conflicto. El caso tuvo repercusión nacional, el Mocase comenzó a ganar notoriedad y fue un hito en su historia, una prueba de que juntos podían conservar sus tierras y forma de vida ancestral.
La creación del Mocase fue un quiebre en la situación rural santiagueña. Con un crecimiento progresivo, 9 mil familias organizadas comenzaron a frenar topadoras, enfrentar guardias privados y se transformaron en un actor social que enfrentó a los empresarios, al poder judicial y político. Fue un fuerte opositor al gobernador Carlos Juárez, que contó con un fuerte aparato de espionaje y represión. El Mocase lo pagó con represión, cárcel, torturas y muertes.
El monocultivo crecía en el país. Las tierras santiagueñas, hasta entonces despreciadas por empresarios rurales, comenzaron a ser codiciadas. El Mocase también se transformó en el actor que cuestionó ese avance. Advirtió que el modelo de agronegocios traería desempleo, consecuencias sociales y ambientales.
En noviembre de 1999 se realizó el primer congreso provincial del Movimiento. Entre otros temas, se discutió el funcionamiento y la forma de toma de decisiones. Se produjo una brecha que sería insalvable. Un sector –ligado al Programa Social Agropecuario (PSA) y en búsqueda de acuerdos con el Estado– pretendía una forma vertical, con una comisión directiva, presidente y secretario. El otro sector, con centrales fuertes como la de Quimilí, apostaba a horizontalizar la organización, con trabajo por comisiones y decisiones asamblearias. Comenzaba el proceso de división que se explicitaría en noviembre de 2001 cuando el Mocase debía renovar autoridades.
En ese momento, un sector reunido en la sede del PSA eligió presidente, secretario y una estructura vertical. Permaneció en alianza con el PSA y formó parte de la Federación Agraria, que por ese entonces utilizaba un discurso progresista y prometía defender a los campesinos.
El otro sector optó por la horizontalidad y tiempo después se incorporó a la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC) y la Vía Campesina, una organización internacional que nuclea a campesinos, trabajadores rurales e indígenas de 56 países. Pasó a denominarse Mocase-Vía Campesina, conformado por seis centrales y 9000 familias. Y fortaleció cuatro ejes de su trabajo: comunicación (montó una novedosa red de radios comunitarias), producción (carpinterías, carnicerías, quesos, miel, hiladoras) y –quizá los que marcaron las diferencias con otras organizaciones– educación y articulación campesina a nivel nacional e internacional.
Argentina contaba en 1997 con seis millones de hectáreas de soja. En la actualidad abarca 19 millones de hectáreas. Santiago del Estero fue de las primeras provincias en conocer el término técnico “avance de la frontera agropecuaria”, que en idioma del monte significó llegada de la soja, deforestación y conflictos por la tierra. El Mocase-VC pone un piso a la superficie provincial en disputa: tres millones de hectáreas.
Leticia Luna es una mujer morocha, de hablar firme y trato maternal. “Mocase es la conciencia de estar juntos, de hacer respetar nuestros derechos desde la práctica misma, que es la única forma de que la ley sirva y que el ricachón no se lleve por delante al pobre”, resume.
En 2008, en pleno conflicto por la Resolución 125, las entidades rurales tradicionales nucleadas en la Mesa de Enlace se apropiaron del término “campo” y confrontaban con el Gobierno. El Mocase fue una voz buscada, alejada de ambas partes. “Argentina ya no produce alimentos, nuestro país no come soja, la demanda proviene de Europa y China, donde es utilizada para alimentación de animales”, aclaró en una carta pública donde remarcaba la ausencia de un debate profundo, que tenga presente a las 220 mil familias campesinas y el 1,5 millón de indígenas.
Interpeló por igual a la Mesa de Enlace y al Gobierno. Los responsabilizó por las 300 mil familias expulsadas del campo en la última década, de la mano del modelo agrario vigente. Puntualizó la desaparición de un millón de hectáreas y denunció la concentración de tierras, donde el diez por ciento de las explotaciones agropecuarias más grandes concentran el 78 por ciento de la superficie cultivable. “Es una reforma agraria al revés. Cada vez menos se quedan con más”, disparó con sencillez campesina y precisión quirúrgica.
“Las llamadas ‘entidades del campo’ sólo pronuncian los dictados de los agronegocios. Su símbolo actual es la soja transgénica, que devastó bosques, desalojó comunidades, contaminó suelos y aguas, y aumentó los precios de los alimentos en el mercado interno. El avance del modelo sojero, iniciado durante el menemismo y acentuado en esta década, significa un desierto verde y contaminado, sin agricultores y ciudades saturadas de familias expulsadas de las zonas rurales”, concluyó el Mocase, e insistió con su propuesta de reforma agraria integral y soberanía alimentaria, que implica un cambio del modelo agrario actual.
El Mocase plantó bandera en un debate nacional donde no se había escuchado a los hombres y las mujeres de manos curtidas y espaldas dobladas por trabajar la tierra, campesinos que hace veinte años comenzaron a cambiar la historia del campo santiagueño.
Un movimiento nacional
Con una mirada crítica del modelo agrario actual y formas de construcción participativas, el Mocase está conformado por la base de la pirámide agraria, familias que producen para la subsistencia, trabajadores rurales sin tierra y comunidades indígenas. El Mocase es una referencia para decenas de organizaciones que nacieron en los últimos años y también uno de los pilares en la conformación del Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI), la experiencia más novedosa y masiva de organización rural del país, 15.000 familias de ocho provincias que apuestan a la autonomía y la horizontalidad.
“Reforma agraria integral, producción diversificada de alimentos sanos, con una forma de comercialización justa, y soberanía alimentaria, que es la posibilidad de que el país tenga su propio proyecto alimentario. No es teoría, es una práctica concreta que se realiza todos los días. Creemos que sólo las comunidades organizadas, decidiendo colectivamente, podrán elegir su propio destino”, explican como principios del Movimiento, integrante de la Vía Campesina internacional.
En un hecho inédito, en noviembre de 2009 el ministro de Agricultura, Julián Domínguez, visitó la central del Mocase en Quimilí. Allí conoció al Mocase y al MNCI. Escuchó a hombres y mujeres que luchan contra los agronegocios y recibió un completo programa para el fortalecimiento y desarrollo del campesinado, propuestas concretas nacidas en talleres y asambleas campesinas, iniciativas para aumentar la producción rural, impulsar la soberanía alimentaria, frenar los desalojos y fortalecer la estructura agraria del país partiendo de las familias que trabajan la tierra. También le recordaron un dato contundente: “El 95 por ciento del presupuesto de Agricultura está destinado para los agronegocios, donde la Mesa de Enlace es la beneficiada. Hay que modificar ese reparto”.
El ministro prometió estudiar las propuestas.
El arma de la educación
La educación es una de las bases del Mocase. Desde espacios de formación política para adultos hasta encuentros interprovinciales donde se reflexiona sobre la historia local, provincial y nacional. Pero la educación formal era un aspecto pendiente hasta tres años, cuando inauguró la primera escuela rural en manos de una organización campesina. Se trata de la Tecnicatura en Agroecología, cuenta con títulos oficiales, educación popular como pedagogía y vincula teoría y práctica desde una mirada sociopolítica. Participan 62 chicos de diversos lugares de la provincia. Una semana de clases intensivas, mañana y tarde, teoría y práctica, y tres semanas en sus hogares, implementando en terreno todo lo aprendido. Ciencias naturales, historia, derechos sociales, comunicación comunitaria, producción agropecuaria y ecología son algunas de las materias. Viajes, alimentación, alojamiento y libros corren por cuenta de la organización. El cuerpo docente tiene la misma mixtura que el Movimiento, desde campesinos hasta docentes universitarios. El próximo objetivo, la universidad campesina, donde se buscará formar a profesionales para un modelo agrario basado en el campesinado y la soberanía alimentaria. www.ecoportal.net

Cambio climático y pobreza

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Cambio climático y pobreza
En este nuevo período de cambio global, la adaptación al cambio climático requiere un enfoque integral. En tal contexto, la manera más razonable para avanzar en la construcción sostenible de la adaptación al aparentemente inevitable cambio climático sería la erradicación inmediata de la pobreza extrema, que puede lograrse dado que existen los recursos (aunque no la decisión política) a nivel internacional. Avanzar en tal dirección exige cambios sustanciales en la teoría y la práctica de la reducción de la pobreza, la estrategia de desarrollo y los pilares del orden internacional del siglo pasado.
El cambio de los órdenes mundiales ha sido históricamente fruto de guerras entre los principales poderes. El siglo XX fue testigo de las mayores conflagraciones mundiales que condujeron al actual orden político y económico internacional. La acumulación de armamento de destrucción masiva hace inimaginable la reedición de conflictos de tal magnitud que amenazarían indiscutiblemente la vida en nuestro planeta. En consecuencia, el gran desafío de este tiempo es el cambio pacífico del orden internacional, algo inédito en la historia de la humanidad.
Otro gran reto es alcanzar un modelo de desarrollo equitativo que concilie un consumo creciente de recursos naturales energético-dependientes, con el mantenimiento de una naturaleza que sea compatible con una “buena” vida. El estilo de consumo del modelo vigente no privilegia la superación del hambre y las necesidades de la población de bajos ingresos, sino la acumulación de capital y beneficios que tiende a ignorar el aumento del número de pobres, la contaminación y la degradación de recursos y el hábitat, así como también los efectos de la acción humana sobre el cambio climático. Las consecuencias observables de estos procesos cuestionan abiertamente el estilo de producción y consumo del actual modelo de desarrollo al acercarnos hacia horizontes que ponen en peligro la vida en nuestro planeta. Se hace visible así la necesidad imperiosa de emprender un desarrollo diferente, basado sobre un uso racional de los recursos naturales y sociales, que promueva una producción sustentable, un consumo equitativo y el uso de tecnologías que limiten los efectos humanos sobre la naturaleza y el clima.
El siglo XXI será testigo de cambios globales motivados por fuerzas económicas, políticas, sociales y ambientales. Sin embargo, muchos de estos temas cruciales no son registrados y tratados adecuadamente por las corrientes principales del pensamiento social, en general, y de las relaciones internacionales, en particular. La agudización de las desigualdades, la magnitud de la pobreza, sobre todo en su forma extrema, y la problemática del desarrollo sostenible y equitativo que las abarca en un contexto de cambio climático son algunas de estas cuestiones que se suman a la problemática del cambio pacífico con un enorme potencial de conflicto de nuevo tipo, que es una de las características del proceso de cambio global.
Desarrollo, pobreza y cambio climático
El cambio climático visto como un elemento constitutivo del cambio global presenta una serie de desafíos para la sociedad y la ciencia en su conjunto. Los problemas emergentes tienen el potencial de afectar a toda la sociedad, aunque con más rigor a los sectores más vulnerables. Uno de los retos principales es, entonces, cómo afrontar el cambio climático y la pobreza en forma conjunta, en el contexto de un cambio de orden internacional y de modelo de desarrollo a nivel nacional, regional y global (ejes del cambio global).
Los líderes del orden hegemónico vigente no demuestran estar a la altura que exigen las actuales circunstancias. Los resultados obtenidos hasta el presente para dar cuenta de esos temas y alcanzar los modestísimos Objetivos de Desarrollo del Milenio, las metas del Protocolo de Kyoto y la Cumbre de Copenhague, revelan tales limitaciones. Los niveles y la efectividad de la ayuda oficial para el desarrollo proveniente de los países del G-8 son indicadores que mostraron tales limitaciones a lo largo del siglo XX.
En este nuevo período de cambio global, la adaptación al cambio climático requiere un enfoque integral. En tal contexto, la manera más razonable para avanzar en la construcción sostenible de la adaptación al aparentemente inevitable cambio climático sería la erradicación inmediata de la pobreza extrema, que puede lograrse dado que existen los recursos (aunque no la decisión política) a nivel internacional. Avanzar en tal dirección exige cambios sustanciales en la teoría y la práctica de la reducción de la pobreza, la estrategia de desarrollo y los pilares del orden internacional del siglo pasado.
La forma más eficaz –y equitativa– para redefinir las relaciones entre pobreza y cambio climático es en torno al concepto de la responsabilidad del uso sostenible de los recursos en la producción y el consumo social. No obstante, el rasgo dominante de las estrategias propuestas por las burocracias de las agencias de ayuda para hacer frente a las relaciones entre cambio climático y pobreza (con excepción del enfoque de desarrollo humano) es la falta de reflexión sobre el fracaso de dichas estrategias y de los modelos de ayuda al desarrollo.
Una apropiada comprensión de las relaciones entre cambio climático, pobreza y desarrollo exige, en primer lugar, una investigación crítica de los errores, limitaciones y problemas existentes en las principales corrientes de abordaje de la pobreza y el desarrollo. La agenda global de los organismos internacionales, los países desarrollados y la disciplina de las relaciones internacionales sigue dominada por temas de mantenimiento del statu quo en lo político y en lo económico, de libre comercio, protección de la propiedad intelectual, liberalización financiera y de capital y protección de las inversiones. Pese a las teorías que sostienen la posibilidad de evolución hacia una “convergencia económica”, la evidencia empírica rechaza esos supuestos optimistas que son más consistentes con la idea del “conflicto estructural”. El estudio de los patrones actuales de consumo complementa un enfoque exclusivamente económico de la pobreza y la desigualdad. Sin duda, una de las peores consecuencias del modelo de producción y consumo dilapidador es la presión a la cual han sido sometidos los ecosistemas para satisfacer una demanda irracional de los países desarrollados y de sectores privilegiados de los países no desarrollados.
Los pobres son los más damnificados por los efectos negativos del cambio climático. En la década pasada, más de 700 mil personas perdieron la vida a raíz de desastres “naturales” y cerca del 90 por ciento de ellas eran ciudadanos de países en desarrollo. Se estima que para la década de 2020, el incremento neto de personas sometidas a riesgos relativos al agua debido al cambio climático será entre 7 y 77 millones. Para la segunda mitad del siglo, la posible reducción de disponibilidad de agua y su creciente demanda ocasionada por el aumento de la población en la región se estima que afectará a entre 60 y 150 millones de personas, según datos del Informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio del 2007.
Durante las tres últimas décadas, América Latina y el Caribe (ALC) ha sido sometida a una serie de impactos climáticos originados por El Niño. Durante este período han ocurrido dos episodios particularmente intensos de ese y otros fenómenos climáticos severos entre 1982/83 y 1997/98, contribuyendo en gran medida a la ya importante vulnerabilidad de la región frente a los desastres naturales (inundaciones, sequías, derrumbes, etcétera). En los últimos años, se han reportado numerosos eventos climáticos extremos y poco habituales, tales como intensas precipitaciones en Venezuela (1999 y 2005); inundaciones en las pampas argentinas (2000 y 2002); sequía en el Amazonas (2005); tormentas de granizo sin precedentes en Bolivia (2002) y en Buenos Aires (2006); la presencia de un huracán como Katrina por primera vez en el Atlántico Sur (2004), y la temporada récord de huracanes en el Caribe (2005). La frecuencia de los desastres relacionados con condiciones climáticas se ha incrementado 2,4 veces entre los períodos 1970-1999 y 2000-2005, continuando la tendencia observada durante la década del ’90. Solamente el 19 por ciento de los eventos entre los años 2000 y 2005 ha sido económicamente cuantificado, representando pérdidas cercanas a los 20 billones de dólares, según calcularon Gustavo Nagy y otros autores.
En un reciente informe elaborado por la CEPAL para la Cumbre de Copenhague se afirma que para el año 2100, en el caso de no haber un acuerdo internacional para mitigar los efectos del cambio climático, el costo para ALC podría equivaler hasta 137 por ciento del PIB regional actual. En otros términos, la variabilidad climática y los eventos extremos harían que hacia 2100 el costo de los desastres climáticos pase de un promedio anual para el período 2000-2008 de casi 8.600 millones de dólares, a un máximo posible de 250.000 millones de dólares. Incluso, debe tenerse en cuenta que la valorización de los daños generalmente no considera las potencialidades de funcionamiento de todo el ecosistema (integrado por cada uno de sus recursos naturales). Sólo se tiene en cuenta aquellos elementos que hoy se encuentran valorizados, pero no se incluyen todas las relaciones que se destruyen y que en la mayoría de los casos no pueden recuperarse.
Estos datos sólo son indicativos de la magnitud de los fenómenos. Estudios más detallados sugieren cifras que acentúan aún más las asimetrías de los efectos. Por un lado, los niveles de subconsumo y hambre de la población y, especialmente, la gran distancia entre las expectativas y las realidades enfrentadas generan el desarrollo de tácticas de subsistencia y de economía social, pero también de acciones de violencia. Por el otro, el consumo ostentoso y destructor de los sectores más pudientes lleva a la producción de niveles crecientes de basura, desperdicios y contaminación.
Al mismo tiempo, una parte importante de los recursos naturales se comporta como capital de especulación, generando rentas que se acumulan a partir de su compra-venta, incluso en mercados a futuro. Los recursos no se utilizan en beneficio de la comunidad, ni se usa lo obtenido por su extracción o empleo para generar alternativas de fuentes de riqueza cuando los recursos –específicamente, los no renovables– se agoten. De tal manera, hoy conviven formas destructivas del ambiente y el hábitat conjuntamente con un gran desaprovechamiento de las potencialidades de los recursos naturales y las fuentes energéticas. Todo ello sucede en el marco de sistemas altamente frágiles y vulnerables a los eventos provocados por el cambio climático.
El carácter sistémico de los problemas requiere la articulación de alternativas que tengan por objetivo combatir la pobreza mediante la implementación de soluciones estructurales. Lograr la superación de la pobreza con equidad en América latina en particular, conduce a repensar la relación sociedad-naturaleza de modo de encontrar alternativas que protejan a los sectores más vulnerables, a la vez que se difunda el uso de nuevas tecnologías y estilos de consumo. Claro que esto implica generar una base política que permita superar la no sustentabilidad del modelo actual. La conjunción de cambio climático y global genera tensiones, a la vez que acelera los tiempos.
Existen diferentes visiones acerca del manejo de la naturaleza en la sociedad del siglo XXI y probablemente la que prime estará vinculada a la transición del orden internacional. Un abordaje de la problemática se realiza desde una perspectiva de “dominio y control” a través de la geo-ingeniería (que impulsaría el Club de Roma y muchas empresas transnacionales). Tal criterio de intervención se centra en el uso de tecnologías gigantistas con reducido control de los efectos colaterales que pueden producir. Un ejemplo es la intervención (fracasada) que intentó incrementar la captación de carbono por parte de las algas marinas. El ensayo realizado en una superficie del océano de 300 kilómetros cuadrados no tuvo los efectos buscados y será imposible conocer los efectos indirectos del mismo. Otras soluciones apuntarían a volver más laxos los controles de los créditos de los bonos verdes a plantaciones forestales monoespecíficas. Se ha demostrado que, según los suelos, estas plantaciones pueden no incrementar la captación y conservación del carbono.
La tendencia de “gestión de ecosistemas” promovida por el sistema de Naciones Unidas y agencias de asistencia y crédito coexiste, además, con una nueva tendencia impulsada por el pensamiento ambiental que tiene como fundamento el uso integral y sustentable de los ecosistemas. Este uso podría desarrollar gran parte de la “oferta ecosistémica” consistente en la generación de materia prima (recursos naturales) utilizable en la actividad económica de forma sustentable. Esto supone mayor investigación y el manejo de cada recurso a un ritmo que asegure su capacidad de regeneración, de dilución y de la posibilidad de un uso integral. Tal perspectiva posibilitaría el mayor uso de las potencialidades hoy desaprovechadas de muchos recursos, así como de la difusión de las tecnologías adecuadas a estos fines.
El cambio climático exige una lucha en varios frentes. Uno de ellos es la concientización de la población y de los tomadores de decisiones sobre los alcances globales del problema, aunque clarificando que la principal responsabilidad la tienen quienes han causado (y causan) los impactos, esto es, los “emisores”. Este proceso es condición necesaria para afrontar el cambio tecnológico reclamado y la adaptación al cambio climático, con el objetivo de minimizar los aspectos negativos y utilizar los pocos impactos positivos que eventualmente se verifiquen.
Los cambios que deberían estar obligados a realizar los países desarrollados han encontrado una fuerte reacción de los grandes monopolios que se verían perjudicados. Autores como Naomi Oreskes y Erik Conway han descubierto que existe una vasta acción sobre los medios científicos académicos y de opinión para minimizar la responsabilidad de los emisores en el cambio climático aduciendo que se trata de variabilidad cíclica cuyos efectos no se pueden estudiar. Tal posición apunta a dilatar las acciones requeridas para neutralizar las causas del cambio, diluyendo al mismo tiempo la responsabilidad de los emisores.
El uso de tecnologías de menor emisión y la prevención global son un imperativo actual. La falta de una acción eficaz torna los efectos del cambio climático aún más graves y la irreversibilidad aparece como una probabilidad cierta. Ya no parecen efectivos los remedios parciales y está claro que los cambios estructurales deben apuntar a los patrones de producción y consumo. Esto implica cambios sustanciales en la distribución del ingreso, en el manejo de los recursos y en la búsqueda de un desarrollo equitativo y sustentable que se transforme en el pilar del cambio del orden mundial que se dará en el siglo XXI.
Conclusiones para mejorar el planeta
El agotamiento del actual modelo inequitativo de desarrollo en el contexto de cambio climático genera un cambio de tal magnitud que induce, inevitablemente, a conflictos de variada intensidad y distintos niveles de violencia. Seguramente no serán las guerras entre las principales potencias como en el pasado.
El desafío de nuestro tiempo es administrar los conflictos de nuevo tipo en un mundo global integrado por Estados con diferentes intereses y posiciones. El estímulo para conciliar tales intereses es generar las bases para mejorar la calidad de vida del planeta.
El cambio climático acelera los tiempos de tránsito hacia el cambio de orden internacional y el modelo de desarrollo que lo sustenta. El cambio global está en marcha, hay que pensar estratégicamente las consecuencias que esto tiene para el país y la región, pues siempre hay mejores y peores políticas para enfrentarlo. www.ecoportal.net

Nuestras colonias de inmigrantes

Rincón GauchoTras los pasos de los colonos irlandeses

La periodista Virgina Carreño brindó una charla en la que repasó el aporte de los inmigrantes al campo argentino

lanacion.com | Campo | S�bado 16 de mayo de 2009

About Me

Mi foto
En este nuevo blog intentaré dejar plasmado mis trabajos en pintura. Gracias por ser parte de él.