martes, 9 de septiembre de 2008

Cultura

La ciudad de los idiomas

En la exótica y primermundista Montreal, el bilingüismo canadiense es la base sobre la que se suman cada día más lenguas, producto de la inmigración. Ese universo complejo fue captado por la Fundación Metropolis Blue y reflejado en el Festival Internacional de Literatura

Por Alejandro Di Lazzaro
Enviado especial


MONTREAL.- Una de las más grandes fantasías alimentadas desde los albores de la era contemporánea ubica a esta ciudad en el tope del modernismo: una urbe futurista que contempla la exótica decisión de contar con otro mundo bajo la tierra.

Protegerse de los rigores del impiadoso frío que varios días al año rompe los termómetros con 30 grados bajo cero es una buena explicación para tener "dos vidas", las mismas dos vidas que, en rigor, existen dentro de una comunidad que consume el tiempo en la batalla silenciosa de imponer dos culturas casi similares, una de la mano del francés y la otra del inglés.

El destino de toda ciudad moderna, pujante y segura, suma, como en casi todos los lugares de la Tierra, un elemento que ya no es nuevo, solo se recicla de otros siglos: la inmigración. El motivo por el cual el bilingüismo canadiense empieza a sonar como algo normal es porque en las calles se oyen otras lenguas que aportan America latina, Rusia, los países del Este de Europa, el mundo musulmán, China y, cada vez con mayor potencia, el Africa.

Esto no quiere decir que la dicotomía francés-inglés que llevó a esta región de América del Norte a ser una rara avis esté diluyéndose, sólo que el elemento de la inmigración comienza a mover los cimientos de la dinámica de las culturas.

Ese universo complejo fue captado por la Fundación Metropolis Blue hace una década y su propuesta del multilingüismo se impone ya como una marca registrada en el Festival Internacional de Literatura de Montreal, una Babel de estos tiempos.

En el vasto programa que se extiende por cinco días se resume el espíritu del encuentro. Y así, en los pasillos del hotel donde se realiza el festival se puede conversar con la canadiense Nancy Houston, con el iraqui Naïm Kattan, con el consagrado mexicano Jorge Volpi o con el marroquí devenido francés Daniel Pennac, por citar solo algunos de los convocados.

Justamente el simpático Pennac recibió el premio anual que Metropolis Blue otorga y que en otras oportunidades recibieron, entre otros, estrellas de la literatura como Carlos Fuentes, Paul Auster, Margaret Atwood y Norman Mailer.

Un párrafo para la ceremonia en que Linda Leith, escritora y alma mater de la fundación antrifriona, reconoció a Pennac a la hora de entregar el premio: "Siento dos grandes satisfacciones esta tarde: una, la de saber que este festival que cumple 10 años, tiene un reconocimiento mundial; la otra, poder introducir en nuestro universo a Daniel Pennac", dijo la presidenta de la Met Blue.

Fue un momento de gran altura literaria, con Pennac como un encantador de serpientes frente a la flor y nata de la cultura local, que no dejó de reir a carcajadas y de interrumpirlo con aplausos. Buen humor francés, ironías para tirar para arriba y un profundo gusto por el uso de las palabras. Simplemente brillante.

El espíritu de festival se contrapone, en cierto sentido, al de feria del libro, tal con se ve por estos días en Buenos Aires. El festival es, sin considerar alocada esta expresión, algo más turbulento. Decenas de ofertas que van desde los relatos de viajes hasta los recónditos sectores del pensamiento literario. Eso lo hace interesante de por sí. Ahora, a esa base, sólo queda aplicar las voces que llegan de distintos puntos del globo para convertir este festival en una experiencia poco usual.

Ninguna charla se traduce, se puede dar en francés, en inglés, en italiano, en ruso, en español, en árabe, en chino o en varios de esos idioma a la vez. Esa es la cuestión.

Al cabo de los cinco días habrán pasado 300 escritores, actores, músicos, periodistas y editores de libros. Claro que la industria editorial tiene un espacio: negocios son negocios, pero el recorrido por los mundos de cada narrador, lo haga en prosa o en verso, constituye una ventana aireada frente a un devenir cada vez mas multicultural y cosmopolita.

Y aquí, en la exótica y primermundista Montreal, donde existe un mundo bajo la tierra y otro con mil voces sobre la superficie, parece representarse con cabal determinación esa Babel del tercer mileno hacia donde parece caminar el mundo.

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