domingo, 25 de marzo de 2012

La lucha contra el cambio climático por la calidad de vida, en el pensamiento latinoamericano medioambiental.

La lucha contra el cambio climático por la calidad de vida, en el pensamiento latinoamericano medioambiental. 

Primera parte


 
Federico Engels dice: “No debemos lisonjearnos demasiado de nuestras victorias humanas sobre la naturaleza. Esta se venga de nosotros por cada una de las derrotas que le inferimos. Es cierto que todas ellas se traducen principalmente en los resultados previstos y calculados, pero acarrean, además, otros imprevistos, con los que no contábamos y que, no pocas veces, contrarrestan los primeros.” Sin duda, en esta década las consecuencias del cambio climático, que en general no son previstas por el sistema económico, constituyen los eventos que se presentan y “contrarrestan” los efectos positivos iniciales
El proceso de transformación
Siempre hemos afirmado que el concepto de calidad de vida, como la categoría más compleja para acercarnos a un determinado nivel de bienestar, debiera servirnos como estímulo para crecientes investigaciones interdisciplinarias que nos permitan articular el conocimiento, con el objetivo de alcanzar una mayor calidad en los proyectos. La urgencia de estos estudios está dada en que si no se esclarece su objetivo, poco podremos orientar los trabajos. Al finalizar este ensayo proponemos una definición operativa, pero antes trataremos de demostrar que en condiciones de cambio climático se torna más importante esta definición, ya que los márgenes de error se reducen sustancialmente y los caminos de libertad por los que podemos transitar son cada vez más estrechos. Ante tal situación, la imaginación social tiene que aumentar y la solidaridad humana hacerse más intensa.
Definimos la cuestión ambiental como la interrelación sociedad-naturaleza en la continua transformación de los ecosistemas y tecnosistemas, en función de elevar la calidad de vida. En nuestro sistema económico y social esta interrelación se orienta, esencialmente, según la racionalidad económica y genera contradicciones que son parte del ámbito del estudio entre esta finalidad y el logro de una mejor calidad de vida. Esta categoría, junto con el buen vivir, debe ser definida teniendo en cuenta estas contradicciones y la lucha permanente para superarla. En condiciones de cambio climático la participación comunitaria debe controlar y reorientar los procesos por la reducción referida de los márgenes de error tolerables.
La interrelación sociedad-naturaleza conforma un todo integrado. En ambos conceptos se dan los principios de la unidad y la diversidad. En cierto sentido, todo es naturaleza, con diferentes grados de evolución. Pero, en otro sentido, todo es sociedad, ya que la comprensión de nuestra realidad exterior depende de nuestras propias sapiencias e ignorancias y, por tanto, es un conocimiento social, histórico y cambiante. Pero también existe la diversidad dada por el grado de complejidad de evolución material. La naturaleza está mediada socialmente y las relaciones sociales se dan en una estructura natural a la que modifica y por la que son modificadas. El saber ambiental necesita reformular los avances que han realizado las diferentes ciencias. Por ello, cuando nos referimos a la sociedad, utilizamos la categoría de estructura económica y social; cuando nos referimos a la naturaleza, empleamos el concepto de ecosistema, agroecosistema y tecnosistema; y cuando nos referimos al proceso de transformación, analizamos el proceso de producción, distribución, cambio y consumo, desde un ángulo ecológico, económico y social.
Finalmente, cuando nos referimos a la población utilizamos los avances realizados por la psicología social, por la antropología, por la economía, sobre calidad de vida y la relación sujeto-objeto-necesidad, y el proceso de satisfacción de estas, donde interactúan todas las categorías anteriores (ecológicas, económicas y sociales). La mediación social de la naturaleza tamiza el conocimiento de ella y más aún los cambios que se experimentan debido a los cambios climáticos. En esta situación los sectores y países de altos ingresos pueden prever sus acciones con mayor facilidad, minimizar los impactos negativos y aprovechar los positivos. Esto constituye, sin duda, un factor discriminatorio que la cooperación internacional en la materia no logra, de ninguna manera, balancear.
El proceso de transformación que una estructura económica y social genera en los ecosistemas puede ser visto como un conjunto orgánico de seis momentos. En definitiva se trata de la forma en que las personas, integradas en sociedades, utilizan la naturaleza para satisfacer sus necesidades, empleando un instrumental y una plataforma física y simbólica, en un momento y lugar determinado y con relaciones sociales determinadas (2). En un único hecho productivo operan coincidentemente un proceso de construcción (o producción)-destrucción (o degradación, cuando se rebasa la capacidad de carga de los ecosistemas), aprovechamiento-desaprovechamiento, y uso integral-dilapidación. La misma relación dialéctica y de unidad y diversidad se da entre las categorías producción, distribución, cambio y consumo, como luego veremos.
Consideración conjunta del proceso producción-destrucción
Todo acto de producción supone, en otro sentido, un acto de destrucción. Así:
a) En la producción de materias primas
Para utilizar un árbol, el hombre destruye al extraerlo diferentes plantas, daña a otros árboles, al suelo y obviamente al propio árbol; lo mismo sucede en la extracción de fauna terrestre y acuática. Según las técnicas y formas de aprovechamiento que se utilicen, el proceso será más o menos cruento. Los procesos de erosión y desertificación son otras muestras evidentes. Esta destrucción puede ser absorbida por la capacidad homeostática del sistema natural o, debido a su intensidad, rebasar la capacidad que tienen los sistemas naturales de absorber ciertos cambios sin destruir las bases de su sistema. Cuando ocurre esto último, se cambia de sistema. El problema radica en que estos cambios muchas veces no son queridos y, por lo general, son imprevistos y reducen la potencialidad global del sistema. En una referencia muy clara y poco conocida sobre este proceso, Federico Engels dice:
“No debemos, sin embargo, lisonjearnos demasiado de nuestras victorias humanas sobre la naturaleza. Esta se venga de nosotros por cada una de las derrotas que le inferimos. Es cierto que todas ellas se traducen principalmente en los resultados previstos y calculados, pero acarrean, además, otros imprevistos, con los que no contábamos y que, no pocas veces, contrarrestan los primeros.” (3)
Sin duda, en esta década las consecuencias del cambio climático, que en general no son previstas por el sistema económico, constituyen los eventos que se presentan y “contrarrestan” los efectos positivos iniciales.
b) En la producción del hábitat y de la infraestructura
En forma directa o indirecta, la artificialización del hábitat y la infraestructura en función de las necesidades humanas implica un típico proceso de destrucción-construcción. En estos actos las particularidades específicas del ecosistema frecuentemente no son consideradas en todos sus aspectos, por lo que se generan repercusiones negativas, también muchas veces no previstas ni queridas, pero presentes. Esto trae como consecuencia problemas en el costo del posterior mantenimiento, o en la generación o agravamiento de procesos de degradación natural. En la situación del cambio climático esto llega con frecuencia a situaciones catastróficas, para las cuales se argumenta la condición de excepcionalidad por falta de antecedentes. Pero lo que comúnmente no se evalúa es que las condiciones ya han cambiado y es posible, con cierto margen de error, prever sus efectos.
c) En la producción industrial
Todo proceso productivo de transformación de la materia, destinado a que esta adopte cualidades adecuadas para satisfacer necesidades humanas, va unido al uso del ambiente natural —como condición de la producción—, al que el hombre puede contaminar y del que utiliza algunos elementos y desecha otros.
Una acción ambiental adecuada debe considerar en forma conjunta dicho proceso, tratando que lo productivo se maximice y que lo destructivo se minimice. La no consideración conjunta ha dado lugar a diversos perjuicios.
En primer lugar, el error más generalizado y evidente es asumir los criterios productivos sin analizar los aspectos de destrucción asociados a la producción. Las estadísticas manifiestan este error (4). El producto bruto suma todas las actividades de producción, sin descontar la destrucción que ellas causan. Pero es un error sistémico a la forma que adopta la reproducción económica. La disposición de los residuos es la continuidad del proceso productivo con el agravante que una parte importante de esa disposición, en forma de GEI, se difunde por el mundo y afecta a la población mundial y no solo a los países que lo generaron. Por tanto, buena parte de la producción del Norte es una producción inconclusa que la finaliza el Sur, el cual sufre los efectos del rebasamiento de la capacidad de carga.
En la producción agrícola el error es más patente. En ella se considera la productividad de la tierra evaluada, en general, en toneladas de producto/hectárea sin contrastar este indicador con el de pérdida de suelo por erosión y/o el del balance de nutrientes (extracción/reposición), o el del agua utilizada, entre otros.
Lo mismo sucede con el proceso que redunda en la contaminación de agua, suelo o aire, con lo cual generan la destrucción del hábitat o de la infraestructura. Esta simplificación de considerar la producción sin la destrucción que generalmente conlleva impide evaluar los cambios adecuados y necesarios para reducir al máximo estas consecuencias negativas. Parte de esa destrucción está dada por la disposición de residuos, y en el caso de residuos gaseosos el radio de destrucción (contaminación) es mayor, pues estos cruzan los océanos.
Lamentablemente, muchas veces se ha reaccionado, y se reacciona aún, cayendo en el otro extremo: considerar el proceso destructivo sin evaluar la producción. Esto ha caracterizado, y caracteriza, parte de los planteamientos ambientales. Bajo este criterio fueron creadas varias administraciones ambientales que tratan aspectos destructivos tales como la contaminación, la erosión, la destrucción de bosques y el hacinamiento, sin la necesaria interrelación con los sectores que dieron y dan origen a dichas destrucciones. Como lamentó la Comisión Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo, los “efectos” (la destrucción) han sido considerados sin relación con las “causas” (la producción) (5). Una acción ambiental adecuada debe considerar en forma sistémica ambos aspectos. Se opone a esta visión sistémica la persistencia de los criterios desarrollistas de corto plazo, que impulsa una administración segmentada eficiente y obedecedora de la división del trabajo, impidiendo una visión integral y sistémica. La lucha contra el cambio climático exige esta visión de interacciones.
De la misma forma están ligados el proceso de producción y el del consumo. La producción siempre es consumo de los elementos que se requieren para generarla, y el consumo es siempre producción de los elementos referidos (materia prima, combustibles, infraestructura) y también de la fuerza de trabajo que se produce consumiendo los elementos necesarios para nuestra vida.

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