jueves, 3 de julio de 2008

Antropología y Arqueología

LA PROBLEMATICA DE LA IDENTIDAD EN EL CRUCE DE PERSPECTIVAS ENTRE ANTROPOLOGIA E HISTORIA. Reflexiones desde el campo de la etnohistoria
Guillermo Wilde *

* Adscripto a la Cátedra "Sistemas Socioculturales de América II"; Instituto de Ciencias Antropológicas. Sección Etnohistoria. Facultad de Filosofía y Letras. Universisdad de Buenos Aires. E-mail: cepa@wamani.apc.org

"...no ethnography can even hope to penetrate beyond the surface planes of everyday life, to plumb its invisible forms, unless it is informed by the historical imagination that is, of both those who make history and those who write it". John & Jean Comaroff

En la Antropología tradicional, puede reconocerse una preocupación por aprehender totalidades socioculturales integradas. Se partía del supuesto de que una sociedad regulada por instituciones era descriptible en forma completa desde un abordaje sincrónico que tratara de reflejar los modos de vida en un momento de la historia (la estructura social de la sociedad estudiada). Hoy en día, es difícil sostener las mismas afirmaciones sin el riesgo de caer en concepciones simplistas y excesivamente estáticas. Por su parte la Historia monopolizaba la diacronía y el manejo de documentos con el objetivo de recuperar los cambios; el curso de los hechos, sus proyecciones y sus consecuencias. En muchos casos esta tarea se banalizaba al quedar relegada a una mera construcción de cronologías. El olvido del contexto en el que los documentos eran producidos, sumado al hecho de que se efectuaban lecturas acríticas del lugar social de quién los produjo, no permitía decodifícarlos con claridad. El campo de la etnohistoria ha prestado especial atención a estas falencias metodológicas y ha tratado de utilizar los elementos más rescatables de ambas disciplinas, combinando y conciliando dos campos tradicionalmente separados. En este trabajo nos proponemos dos objetivos básicos. En primer lugar, hacer un raconto de lo que se presenta como tendencia contemporanea dominante en los estudios sobre la temática de la identidad, a nivel mundial.


Como veremos, en los trabajos más recientes se presenta una corriente que pone énfasis en procesos de cambio social como determinantes de configuraciones identitarias. Esta dimensión temporal-procesual, no había sido considerada en los estudios tradicionales -nos referimos básicamente a la mayoria de los trabajos anteriores a la década del setenta-. La tendencia hoy en auge, se caracteriza entonces, por los esfuerzos en recuperar la historia. Importa aclarar que en adelante, el término "historia" será entendido aquí en dos sentidos: en tanto que dimensión espacio-temporal del cambio en la dinámica social -es decir como proceso- y también en el sentido de disciplina social -específicamente la Historia social-. En segundo lugar, trataremos de presentar algunas problemáticas teórico-metodológicas del campo de los procesos de formación de identidad, centrándonos en dos en particular: una de ellas es la confrontación aún no conciliada entre la dimensión psicológica (personal) y la sociológica de la identidad; otra es la referida a la reproducción social en el enfrentamiento de contextos globales y contextos locales. Ambos nudos problemáticos son recortes analíticos delimitados a partir de la recurrencia con que aparecen en la discusión teórica sobre la formación de la identidad. A su vez, éstos son suscitados de manera frecuente como interrogantes en estudios de caso.

El paso siguiente será tratar de vislumbrar posibles salidas para estas cuestiones, a partir del análisis de algunos enfoques y estrategias de investigación recientes en el campo interdisciplinario de la etnohistoria. Nos apropiaremos entonces de estudios de caso en su mayoría del área andina, que reflejan dos tipos de acercamiento a la realidad social del pasado colonial: la larga duración y la corta duración. Ambos casos responden respectivamente a dimensiones macro y microsociológicas de la historia, que aunque a diferentes escalas, hacen alusión a procesos de cambio. Comparando ambas estrategias podremos arribar a alguna conclusión respecto de sus ventajas y sus desventajas. Para finalizar el recorrido, nos referiremos brevemente, con trabajos específicos, a la fertilidad de los estudios interdisciplinarios y más en particular a la relación entre historia y antropología, que adquiere cada vez mayor importancia en la medida en que las líneas separatorias que definían los límites entre estos campos disciplinarios se abren y se desdibujan produciendo una ampliación del horizonte cognoscitivo.

LOS CAMBIOS DE ENFOQUE EN EL ABORDAJE DE LA IDENTIDAD
La crisis teórica en el contexto de la posmodernidad. La recuperación de la historia: la identidad como proceso.El camino del constructivismo.

Si hay algo característico de la producción contemporánea en la temática de la identidad, eso es sin duda, el rechazo de las tradicionales formas de abordar el tema, que estaban teñidas de un esencialismo que obsturaba procesos concretos de producción-transformación de identidad y relegaba la cuestión del cambio, al quietismo de etiquetamientos estancos y ahistóricos. Este tono de debate, pudo ser detectado con una variación en su intensidad en la mayoría de los trabajos de fines de los 80, principios de los 90 que hubo oportunidad de analizar para este ensayo. A menudo se califica al mismo concepto de identidad como vago y tendiente a generar ambigüedades teóricas, que por un lado homologan lo social a lo individual, y por otro, no tienen en cuenta el carácter constitutivo y constituyente de las relaciones sociales en los procesos de formación de identidad (Trinchero 1994).

Este ejercicio, que podría caracterizarse como una permanente condena seguida de un intento de exorcización de cualquier resabio esencialista, tiene larga data y abreba en fuentes que, como punto de partida se localizan aproximadamente en la década del setenta. Hoy en día, podría decirse que esta es una práctica muy afianzada en todo cuerpo teórico-metodológico que se digne de ser serio -en el sentido de respetar el conocimiento previamente producido y es predominante en la producción contemporanea tanto local como mundial. De Barth a esta parte, se ha producido una rápida dinamización de categorías relacionadas con la identidad, por lo que es común ver una operación constante de flexibilización de conceptos. Se trata de liberarlos del lastre de la fijación inamovible y prístina de límites, a la que tradicionalmente habían estado ligados. Según Trinchero (1994), en este afán por fijar límites, se llevaban a cabo tres operaciones metodológicas tomadas de la arqueología clásica: detección, clasificación-comparación, reconstrucción. El mundo en cambio permanente y acelerado en el que vivimos revela a cada momento la falta de operatividad que presentan los conceptos de las ciencias sociales. Y mucho más en un campo tan dinámico como el de la identidad. La consecuencia es un replanteamiento radical en el terreno del saber.

Dentro de la antropología la crisis de conceptos clave tales como el de "cultura" o el de "etnografía", se acentúa con la desconfianza que hacia ellos se ha producido en el contexto del desconstruccionismo y la crítica posmoderna (Comaroff, J&J. 1994). Pero, el cambio en el mapeo, tiene que ver con un cambio en el territorio que trata de representar. En este sentido, son bien conocidos los cambios planetarios que han dado origen a un estado de emergencia y de crisis en las predicciones de la ciencia tradicional:
"Developments such as the rise of global comunications and mass-media, the internalization of the division of labor, the revolution in world wide patterns of consupmtion, the commodization of popular culture, and the dissolving of neat political and ideological boundaries around societies and cultures (accompanied by a renaissance of nationalism and ethnicity) had severely taxed the trusty old analytic toolkit..." (Comaroff, J. & J. 1994: II)

En un trabajo reciente de G. Marcus (1994), dedicado a sistematizar los pricipales enfoques teóricos sobre la identidad de las últimas tres décadas, el autor se refiere a la crisis de las metateorías, específicamente el marxismo y el estructuralismo, que por su carácter omnisciente y abarcativo, fracasaron en el intento de hacer predicciones sobre la realidad social. En la actualidad, a su parecer, la tendencia es la contraria:
"The hope for change within the framework of world capitalism has downisized from attention to revolutionary process or mass social movements and upheaval to a closely observed inspection of the subtle things of everyday life -in other words, to the microscopic processes that constitute a politics of identity" (Marcus, 1994: 10)

Al mismo respecto, Levi (1994) señala:
"...lo que se ha puesto en duda ha sido la idea del progreso constante a través de una serie uniforme y predecible de etapas en las que, según se pensaba, los agentes sociales se ordenaban de acuerdo con solidaridades y conflictos que, en cierto sentido, estaban dados y eran inevitables" (Levi, 1994:120)

En el artículo de Marcus ya mencionado, se hace referencia a los mecanismos que diferentes estudios sobre identidad vienen implementando para rediseñar las estrategias de investigación y de escritura. La tendencia está caracterizada por una concepción de las identidades (individuales y colectivas) no como naturalmente dadas sino como constructos. En ese sentido se viene profundizando la linea que se inicia en los 70 con los estudios precursores de Barth y del interaccionismo simbólico (de tintes constructivistas). Aunque diversificados, los estudios pueden reunirse según Marcus, en tres tipos de abordaje que han elegido tanto la antropología como la Historia social para tratar sobre la formación de la identidad. En primer lugar se encuentra la expresión de rechazo al esencialismo, a partir de aproximaciones que entienden a la identidad como proceso abierto y ambiguo. En posturas más radicales, se reemplaza la vieja premisa sociológica de los individuos integrados al sistema, por la de un sujeto fragmentado y múltiple. En segundo lugar, se va más lejos diciendo no sólo que la identidad es construída, sino concientemente inventada en una forma motivada por intereses.

Este punto muy relevante por cierto, se ha incorporado rápidamente en nuestro medio académico. Ciertos autores claramente se inclinan por concebir la identidad como una entidad de carácter conciente, instrumentada para la delimitación de los campos nosotros-otros. Gorosito Kramer (1992) enuncia cuatro características básicas de las manifestaciones concretas de identidad: plausibidad, convencionalidad, conciencia y actualidad. Agregamos que el acento puesto en lo conciente permite descongelar el concepto de identidad; desnaturalizarlo ("desapriorizarlo", si la palabra es permitida).

En último lugar y tomando como supuestos los dos puntos anteriores, que la identidad es conciente e inventada, Marcus reúne bajo el título de "Resistance & Accomodation Narrative" a los estudios en los que la identidad es determinada en última instancia, por los esfuerzos de los sujetos para resistir y adaptar sus situaciones históricas específicas a partir de estrategias. En este punto, es donde el componente político de la identidad aparece con claridad. Al respecto, Gorosito Kramer sostiene que la identidad es una categoría eminentemente política, por lo menos en algunas de sus expresiones. En este sentido es que está disponible para la manipulación en la justificación de prácticas sociales, "deviene ella misma práctica social" (1992:146). Esto nos da pie para preguntarnos sobre la posibilidad de insertar las relaciones sociales en los procesos de identificación y de discutir la legitimidad de hablar en términos de "clases sociales".

El resultado sería una ampliación del concepto de identidad, como un proceso constituido sobre diferentes bases, (no solo la étnica) que actúan simultáneamente. Como lo plantea Trinchero (1994), la "etnicidad" sería una manifestación de estos procesos. Tomando como partida estos supuestos, la identidad respondería a condiciones socioeconómicas, políticas e históricas específicas. La orientación que han tomado los estudios sobre identidad en los últimos años, es entonces la de analizar procesos complejos con categorías más flexibles y que a veces no reniegan de su ambigüedad. Esto tiende a convertir este área en un terreno sinuoso y a menudo confuso. En ocasiones presenta problemas que por sus inherentes contradicciones parecieran no tener salida por lo menos en el plano teórico. En relación a este problema, J. & J. Comaroff afirman:
"...the human world, post-anything and everything, remains the product of discernible social and cultural processes: processes partially indeterminate yet, in some mesure, systematically determined; ambigous and polyvalent, yet never utterly incoherent or meaningless; open to multiple constructions and contest, yet never entirely free of order or the reality of power and constraint" (1994:XI)

A partir de esta cita, puede inferirse cierta tendencia a rechazar las polaridades simplificadoras y excluyentes, y a reemplazarlas por procesos complejos y fluídos. Aquí es donde el terreno de la identidad se torna muy resbaloso para quién desee trabajarlo. Sobretodo si se considera que tradicionalmente hubo un sesgo fuertemente demarcatorio. Otra fuente de confusiones, suele venir también, debido a la imbricación del fenómeno de la identidad con factores de tipo ideológico-político en el campo académico de la producción del conocimiento. De hecho, lo que hemos tratado de caracterizar como el desplazamiento desde definiciones ontológicas ("esencialistas") a concepciones constructivistas, tiene que ver con el cambio del contexto y de las condiciones en que el conocimiento era producido. Esto podría calificarse como un proceso que implicó (y está implicando) la transformación de las relaciones sujeto-objeto de la investigación y poder-saber.

En este sentido, Marcus (1994) en su artículo alude a la "reconstitución" de la identidad tanto de los sujetos -objeto de investigación ("the observed") como la del investigador o analista ("the observer"). Ambas identidades se encuentran mutuamente implicadas en el proceso de conocimiento. En lo que concierne a los sujetos etnográficos, son reconstituidos a partir de procesos mundiales de desterritorialización. Es decir que su identidad ya no es construída a partir de un territorio, o de una "comunidad" localizada. Por otro lado, la construcción del presente toma como elemento principal a la memoria, que posee un peso específico mayor que el de cualquier narrativa histórica organizada linealmente. Simultáneamente, la multiplicidad de voces en el discurso social, impide aplicar estructuras simplificadoras como las de la etnografía tradicional.

Del lado del analista, se impone una práctica reflexiva, respecto de su propia identidad en el proceso de producción de conocimiento. Esto da cuenta de un cambio de mirada; del borramiento de la mirada omnisciente ("omniscient eye") y de la forma como las relaciones sujeto-objeto eran concebidas. El reconocimiento de la mutua implicación entre ambas identidades abre camino a la participación de las voces silenciadas. Estos elementos nos son útiles para subrayar, nuevamente, el papel de la historia en los estudios sobre identidad. En efecto, hablar de procesos, es incorporar una perspectiva diacrónica, para comprender los fenómenos sociales.
El interés por la "historia", coincide con una confluencia disciplinaria múltiple, en donde ciertamente, la Historia social, tiene un papel fundamental.
La participación de otras disciplinas sociales con sus aportes en perspectivas y marcos teórico-metodológicos, potencia más aún la eficacia del enfoque. Los cambios de perspectiva en estudios contemporáneos sobre identidad, están influyendo en la mirada que se dirige a los procesos sufridos por sociedades del pasado. En este sentido, es importante observar tanto los desarrollos que están llevando a cabo disciplinas como la etnohistoria, como también la apropiación que la antropología hace de los aportes de trabajos históricos, en un intento desesperado por no quedar acotada a espacios sin tiempo, con los que tradicionalmente se identificó. Llama la atención en particular el producto de esta fusión entre la antropología , una disciplina tradicionalmente relegada a cortes sincrónicos, y la historia social, preocupada convencionalmente por la diacronía. Auge (1995) nos permite esclarecer la relación:
"...si el espacio es la materia prima de la antropología, se trata aquí de un espacio histórico y si el tiempo es la materia prima de la historia, se trata de un tiempo localizado y, en este sentido, un tiempo antropológico" (Auge, 1995:20).

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