lunes, 21 de abril de 2008

Huérfanos de Octavio Paz


Tal y como lo hubiese deseado Octavio Paz, el homenaje que se realizó en el Palacio de Bellas Artes de Ciudad de México, al conmemorarse el décimo aniversario de su muerte, fue una reunión de "mentes y espíritus", una ceremonia en la que la tristeza fue apartada por los versos y la sabiduría del mayor pensador de México.

Como subraya la académica Soledad Loaeza, "si la poesía de Paz enriqueció nuestra vida cultural, su visión de la política contribuyó a diversificar nuestro horizonte ideológico".Profundo conocedor de la historia cultural del país, Paz dedicó muchos trabajos a estudiar la compleja identidad mexicana. Nadie como él ha comprendido y explicado mejor a México y a los mexicanos. Ninguno de sus artistas y escritores ha hurgado con tanta profundidad en su realidad, esencia y futuro. Sin embargo, este México que tanto lo ensalzó después de recibir el Nobel de Literatura en 1990, se mostró mezquino y cicatero con el poeta. Una parte importante de la clase política e intelectual lo denostó en vida. Pablo Neruda rompió con Paz en desacuerdo por sus críticas al estalinismo. Años después, en México se le insultó por denunciar la dictadura del régimen de Fidel Castro y la falta de libertades en la Nicaragua sandinista.

Recuerdo con profunda vergüenza la quema en 1984 de la efigie de Paz frente a la embajada norteamericana para protestar contra el discurso que pronunció en Frankfurt al recibir el Premio Internacional de la Paz de la Asociación de Editores y Libreros Alemanes, en el que afirmó que en Nicaragua la revolución había sido confiscada por los dirigentes y, además, demandó la celebración de elecciones libres. Con aquel akelarre en pleno paseo de la Reforma, la izquierda totalitaria esgrimió sin pudor su intolerancia y pobreza intelectual. Sus críticas al marxismo, que tuvieron su corolario en "El ogro filantrópico" primero, y posteriormente en el Discurso de Frankfurt, hicieron que Paz se convirtiera en el blanco de la miseria crítica de una izquierda que añoraba, y que aún parece añorar, el estalinismo.

Las reflexiones de Paz sobre Cuba y la Nicaragua revolucionaria se cumplieron a carta cabal. Un hombre preocupado por el pensamiento críticoMauricio Molina señala en la revista literaria de la Universidad Nacional Autónoma (UNAM) que Octavio Paz fue un hombre siempre preocupado por la política, pero sobre todo por el desarrollo de un pensamiento crítico. Fue un pasajero privilegiado del siglo XX. Su pensamiento evolucionó desde el izquierdismo temprano hacia una conciencia más crítica que lo acercó al pensamiento liberal moderno. Según Molina, es posible que el testamento político de Paz se encuentre en el discurso que pronunció al recibir el Premio Nobel, en el que el poeta hizo una reflexión inteligente acerca del peligro del neoliberalismo y del libre mercado.Gracias a Octavio Paz, fueron muchos los mexicanos que aprendieron a mirar el mundo y la política desde la perspectiva de lo diverso. La suya fue una posición ajena al radicalismo ramplón de sus detractores, los comisarios disfrazados de intelectuales, pero distante también del neoliberalismo salvaje.

Tal como señala el comentarista Jorge Fernández Menéndez ninguno de los grandes pensadores contemporáneos de México fue tan agredido y vilipendiado por personajes que jamás, en la enorme mayoría de los casos, se tomaron siquiera la molestia de leerlo o escucharlo, de pensarlo o disfrutarlo. Paz, en sí mismo representa el drama que describió en "El laberinto de la soledad": "Viejo o adolescente, criollo o mestizo, general, obrero o licenciado, el mexicano se me aparece como un ser que se encierra y se preserva: máscara el rostro, máscara la sonrisa. Plantado en su arisca soledad, espinoso y cortés a un tiempo, todo le sirve para defenderse: el silencio y la palabra, la cortesía y el desprecio, la ironía y la resignación… Atraviesa la vida como desollado; todo puede herirle, palabras y sospecha de palabras. Su lenguaje está lleno de reticencias, de figuras y alusiones, de puntos suspensivos; en su silencio hay repliegues, matices, nubarrones, arco iris súbitos, amenazas indescifrables… En suma, entre la realidad y su persona se establece una muralla, no por invisible menos infranqueable, de impasibilidad y lejanía. El mexicano siempre está lejos, lejos del mundo y de los demás. Lejos, también, de sí mismo".

Al cumplirse el décimo aniversario de su muerte, México necesita regresar a Paz. Lo necesita, sobre todo, la clase política, enmarañada hoy con términos y expresiones del pasado, volviendo una y otra vez a buscar respuestas donde no las hay, mirando más hacia atrás que hacia adelante, encandilados con la posibilidad de que el Estado, el gobierno, el "ogro filantrópico", lo siga siendo o lo vuelva a ser, admirando, diría Paz, "más la entereza ante la adversidad" que "el brillo de la victoria".Fernández Menéndez subraya que algunos de quienes se consideran progresistas o de izquierda, lo necesitan aún más. Se especula con la idea, falsa, de que Octavio Paz era un representante de la derecha, del conservadurismo.

Paz era mucho más progresista, compenetrado de un verdadero liberalismo, que estos hombres y mujeres que hablan de grandes revoluciones y terminan admirando incalificables autoritarismos, internos y externos. Paz lo entendió viviéndolo. En los años de la guerra civil española, con la intelectualidad de aquellos tiempos, vivió y conoció las glorias y la mezquindad de una revolución en plena guerra civil. Pocos lo comprendieron y asumieron públicamente.Rememorado como un 'hombre de guerra' intelectualEn recuerdo a Paz, el conversador, el poeta de la mirada curiosa y el político plural, se reunieron en el Palacio de las Bellas Artes amigos y lectores. Paz fue rememorado como un hombre de guerra. "Nada menos paceano que la paz de su apellido", advirtió el historiador Enrique Krauze, al inicio del homenaje al Nobel. "Paz", siguió el ensayista, "no era hombre de paz, sino de guerra, de una buena guerra: una noble guerra intelectual hecha de indignación y pasión. De indignación contra la superchería ideológica, la simplificación, la confusión, el fanatismo, la mala fe, pero sobre todo, indignación contra la mentira.

De pasión por la libertad, la literatura, la claridad, la crítica, la razón, pero sobre todo, pasión por la verdad". Tras el minuto de silencio para recordar al poeta, su heredero intelectual, Enrique Krauze, habló sobre la orfandad en la que quedaron tras el fallecimiento del escritor. "Al morir, al menos tres generaciones de amigos y colaboradores de Paz quedamos de pronto en estado de orfandad. Parece absurdo que personas que entonces tenían 50 o 60 años, pudiesen considerarse huérfanos, pero la orfandad no tiene fecha de caducidad", señaló el historiador. Krauze destacó que Paz iluminó el siglo 20 mexicano. Nació en 1914, en el huracán de la revolución, y murió en 1998, con el final del "Ogro filantrópico" que nadie como él contribuyó a entender y criticar.Deuda especial de Catalunya con Paz

El crítico y poeta Pere Gimferrer califica a Paz de "figura esencial de la poesía" y de "continuador y heredero de la vanguardia". Según Gimferrer, es inmensa su deuda con Octavio Paz, porque durante más de 30 años fue su constante interlocutor y "el lector en quien al escribir pensaba". Cataluña tiene una deuda especial con Paz porque el poeta mexicano se interesó y conoció muy profundamente, como pocos, la cultura catalana. Seguía con mucho interés las publicaciones de su buen amigo Pere Gimferrer, leía a Joan Brossa y a Josep Palau Fabre, admiraba a Antoni Tàpies. En una entrevista que concedió a este periódico en 1991, afirmó: "Si hay algo de vivo e importante en la cultura hispánica es la poesía en catalán".

"La Vanguardia" abrió la sección de Cultura con esta rotunda afirmación. Los homenajes al escritor se iniciaron hace varias semanas. Aunque el acto principal fue el celebrado en el Palacio de Bellas Artes, los reconocimientos seguirán durante varios meses con conciertos, exposiciones y lecturas en distintos sitios del país. Una parte importante de la celebración ha sido la publicación en un libro de la correspondencia inédita que mantuvo el poeta con el escritor del exilio español Tomás Segovia, que permite conocer una las épocas más ricas de la vida del Nobel de Literatura 1990."Cartas a Tomás Segovia", una serie de 55 misivas inéditas de Octavio Paz fueron escritas durante 28 años, y en su mayoría cuando el autor mexicano era embajador en Nueva Delhi (1962-1968), cargo al que renunció al producirse la matanza estudiantil de Tlatelolco el 2 de octubre de 1968.

Las cartas describen una especie de diario personal con reflexiones sobre poesía, preocupaciones por acontecimientos mundiales y mexicanos, referencias de su amistad con personalidades como el escritor francés André Breton, además de su obsesión por publicar una revista cultural que luego se concretó con "Plural".El intercambio epistolar va de 1957 a 1985 y se inició cuando, aún sin conocerse, un joven Segovia, poeta exiliado en México, envió su reseña del "Arco y la Lira", publicada en la Revista Mexicana de Literatura en 1956, al poeta mexicano (1914-1998), entonces cercano a los 50 años de edad.El tiempo en el que fueron escritas representa "una época por muchos motivos muy rica en la vida de Paz, las cartas son un tesoro con esta parte no conocida del ámbito íntimo personal" del autor, subrayó el editor Joaquin Diez-Canedo (Fondo de Cultura Económica).

Las cartas, publicadas sin correcciones y en su original manuscrito, muestran el proyecto de Paz de editar una publicación cultural y "crear una organización verdaderamente independiente para la circulación de ideas", apuntó Diez-Canedo.

La Vanguardia.es


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