jueves, 26 de junio de 2008

Las mujeres y sus luchas

Senderos de las mujeres

Hace un tiempo que las mujeres vamos dando pasos por diversos senderos de búsquedas y hallazgos, de caminos perdidos y encontrados.

Cuando decidimos leer la Biblia con ojos de mujeres entonces comenzamos a decir a nuestro modo nuestras cosas de mujeres, que también son las cosas del mundo y las cosas de Dios.

Son pasos que nos conducen a nosotras mismas, nos llevan al abrazo, nos hacen bailar,
nos hacen regresar a la memoria, nos conducen a la caricia, nos hacen saltar de alegría,
nos hacen patear con ira, o descalzarnos en la tierra sagrada del misterio.

Las plantas de nuestros pies nos enseñaron que la tierra que pisamos es nuestra amiga,
Y que también hay lugares de los cuales es mejor alejarse o partir.
Pies, pasos, senderos, llegadas y partidas dibujan nuestros mapas de mujeres,
nuestros territorios y fronteras, nuestros horizontes y nuestros itinerarios.

Viajeras, exploradoras, nómadas, peregrinas,
mujeres en los caminos, en las calles, en los puentes, en las plazas,
siempre inquietas, sin prisa, pero sin pausa....

En la lectura que hacemos de la realidad se entretejen el deseo, la esperanza y el poder, ya que para nosotras las mujeres nuestro deseo, nuestra esperanza y nuestro poder son tan reales como la barbarie de este sistema.

Constatamos que la vida cotidiana de muchas mujeres se ha tornado territorio de luchas y resistencias. Un proceso de transformación, que se arraiga en la toma de conciencia personal de las causas de tantas subordinaciones y sometimientos, desencadena otros procesos que se proyectan comunitaria y socialmente, invitando y contagiando a la resistencia y a la esperanza.

Es reconocido que, en nuestro continente, en la base del fenómeno actual de resistencia popular activa se encuentra la incorporación masiva de las mujeres participando, organizando y decidiendo, superando así el viejo paradigma del liderazgo patriarcal. Cuando ellas toman la calle, con ellas se moviliza la familia entera: donde ellas van, van los hijos; con ellas va la vecina, la comadre, la amiga, la hermana, la madre. Se tejen otros pactos y redes de solidaridad.
Se evidencia además un fuerte vinculo entre las luchas callejeras y las organizaciones que proveen las soluciones cotidianas y permanentes: comedores populares, roperos comunitarios, meriendas, y otras formas que frecuentemente son creadas y sostenidas por las mismas mujeres.

"La vida en primer lugar" es la consigna silenciosa que anima tantas y tantas acciones solidarias que van entretejiendo redes de resistencia y sostén ante la vida amenazada.
De las acciones concretas se circula hacia otros lenguajes para decir el deseo, la esperanza, y el poder: Gestos simbólicos como un cacerolazo visibilizan al sujeto mismo que reclama: aquella misma que frente a la olla vacía no se queda callada y sale al espacio público, movilizando y socializando un reclamo: el hambre, la falta de trabajo, la impotencia.

Se trata de un nuevo actor, con otras luchas, con otras formas de hacer y decir la lucha, el cual aporta nuevos sentidos a las acciones. La simbólica de la vida y de la muerte, de la lucha y de la resistencia parece ser el campo donde se libra la prueba mas difícil, la prueba de los imaginarios, de los horizontes, de los deseos y las esperanzas que alientan nuestro poder de mujeres.
A simple vista un comedor, una merienda, un ropero pueden no ser desestabilizadores de un sistema, pero los sujetos de esas acciones experimentan en ellas un real empoderamiento que posibilita otras formas de comprender la realidad. Así, las mujeres hoy transitan y recrean el camino de los imaginarios simbólicos que están detrás de las acciones.

Las mujeres que hacen consciente su lucha y los sentidos que le asignan a esta, van logrando en forma efectiva invertir el discurso hegemónico y opresor: ya que la misma simbólica organizadora de la casa patriarcal, en la cual el varón trabaja y sostiene al núcleo familiar, la esposa, los hijos, los ancianos, que moran a la sombra de lo privado, esa misma simbólica es devuelta al sistema en un lenguaje de denuncia ya no tan solo con palabras sino con la presencia misma en la calle de los niños con sus madres, y con sus abuelos/as. Queda así al descubierto la mentira y la violencia que encubre el sistema y sus discursos.
Nuestra lucha de mujeres se torna así una lucha también simbólica: de lenguajes y representaciones que revisten o desenmascaran los sentidos de las palabras y de las acciones.
Otro mundo será posible cuando sea posible también la construcción de nuevas lógicas, de nuevos símbolos y de nuevos imaginarios.

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