jueves, 26 de junio de 2008

Reflexión filosófica a partir de los griegos

Fueron los griegos los que delimitaron un área de la vida humana
a la que llamaron “política” y la abordaron a partir de la reflexión filosófica.


Ello se produjo cuando la naturaleza comenzó a ser abordada como algo comprensible
para el intelecto humano, algo que podía ser explicado racionalmente,
en forma independiente de lo sobrenatural. Así, quedó abierta la posibilidad
de que los fenómenos tanto naturales como sociales y políticos fuesen
abordados racionalmente, aunque, la filosofía política surgió cuando se estableció
una clara distinción entre la naturaleza física y la sociedad.

Si bien en Sócrates ya había una incipiente distinción entre los problemas
humanos y la naturaleza, fueron, en verdad, los sofistas del siglo V a. C. los
primeros en interpretar a la política como una instancia diferente de la naturaleza.
Antifón diferenció al ordenamiento político delimitado por las normas
legales vigentes en la polis de la naturaleza. Mientras que “las normas legales
son creadas por convenio y no producidas por la naturaleza”, con “las leyes
de la naturaleza” ocurre lo contrario (Wolin, 1993).

Éste constituyó un momento clave para la conformación del mundo de la política. Según Wolin, el
mundo de la naturaleza era “un orden al que [el hombre] no podía moldear ni
cambiar”, pero frente al mundo de la política “el hombre podía ser un arquitecto
del orden”, pues dicho orden “era accesible al arte humano”.

En este marco, y preguntándose por la entidad del mundo político, su cognoscitividad
y su constitución, surge la filosofía política platónica y aristotélica.
Platón delineó una concepción acerca de la naturaleza de lo político asentada
en la convicción de que constituía una dimensión diferente y específica
de otros aspectos de la vida. La política era “el arte de la custodia responsable
de toda una comunidad” y la sociedad política era un sistema de funciones
interrelacionadas, una estructura ordenada, un todo coherente.

Pero dicho sistema no era independiente del orden moral sino que, por el contrario,
formaba parte del universo moral, del universo aprehensible a través de la filosofía.
Es por ello que Platón expresó con mucho énfasis la necesidad de
que el poder político, el gobierno de la polis fuese ejercido por los filósofos
o sobre la base de la filosofía. “La raza humana no verá mejores días hasta
que el linaje de quienes siguen correcta y genuinamente la filosofía obtengan
autoridad política, o hasta que los miembros de la clase que posee el control
político sean conducidos, por algún favor de la Providencia, a convertirse en
verdaderos filósofos”, decía. Ello acarrearía definitivamente la necesaria regeneración
moral y estabilidad política. De este modo, el orden político era plenamente
abordable por la razón humana y susceptible de ser moldeado por
el arte humano, pero dicho abordaje debía hacerse sobre la base de la prescripción
de “la excelencia perfecta y la verdad absoluta”, lo que era un atributo
de la filosofía.

Aristóteles, discípulo de Platón, abandonó la distinción ideal platónica entre
el gobierno activo de los filósofos y la comunidad políticamente pasiva, y, en
cambio, entendió a la política sobre la base de la distinción básica entre los
ciudadanos, que eran los hombres libres que participaban de las deliberaciones
legislativas y judiciales, y quienes no lo eran, es decir, las mujeres, los niños
y los esclavos. Para Aristóteles, ni el conocimiento ni la virtud eran atributos
para ejercer el poder político. Éstos derivaban de la contribución y del esfuerzo
que cada ciudadano diera a favor de los asuntos de la comunidad política.
Y la participación política del ciudadano estaba determinada por la naturaleza
humana, dado que el hombre era un zoon politikón, esto es, una persona
que vive en comunidad y lleva a cabo una vida en y para la comunidad.

La polis en tanto asociación política se componía de diversas partes y entre ellas
primaban diferentes posiciones, intereses y objetivos. Sin embargo, los actos
mediante los cuales los ciudadanos participaban de la vida política contribuían
a la inclusividad y generalidad de las decisiones allí adoptadas, es decir, al carácter
verdadero del juicio político seguido de ese modo, cuando ello era “público”.
Así, tanto Platón como Aristóteles dieron comienzo a una tradición de pensamiento
que se proyectó de alguna manera hasta nuestros días, marcando
una de las características centrales de la civilización occidental.

Sin embargo, el derrumbe del mundo antiguo, el surgimiento de los grandes imperios y
posterior consolidación del orden medieval sirvieron de escenario para la reformulación
del pensamiento político bajo la égida del cristianismo y de la hegemonía
cultural de la Iglesia Católica. En ese contexto, los diferentes aportes
del pensamiento político clásico sufrieron un proceso de cristianización.
San Agustín elaboró una concepción neoplatónica del mundo y, más tarde,
Santo Tomás de Aquino retomó trazos fundamentales del pensamiento político
de Aristóteles. Ambos retomaron ejes y conceptos del pensamiento político
clásico y los incorporaron en sus obras con fines argumentales en favor
del cristianismo.

Dichas operaciones, lejos de negar o debilitar el contenido
político de aquellas tradiciones clásicas, las revitalizaron a través de
sus intentos por defender la causa de la Iglesia, el alcance y la legitimidad
divina y terrenal del poder papal, su relación con otros Estados políticos y
con sus súbditos. En ese sentido, las categorías teológicas se fueron politizando
paulatinamente y, de ese modo, se fue preparando el terreno para
que, durante el Renacimiento, el pensamiento político se emancipara de la
teología, de la filosofía y también de la moral.

Fue justamente Nicolás Maquiavelo quién comenzó a reflexionar acerca
de la política de forma autónoma de otras esferas de la vida del hombre, en
particular de las esferas religiosa, filosófica y moral, logrando diferenciar conceptualmente
el accionar político de aquellos aspectos de la vida social. Ello
dio origen a un proceso que desembocó en la conformación de las ciencias
sociales, cuya primera expresión moderna fue la “ciencia política” inaugurada
por Maquiavelo.

“ Filosofías de la sociedad y doctrinas para poner en marcha procesos de
reformas aparecen en el remoto pasado humano, a menudo ligadas a especulaciones
religiosas y casi siempre referidas a los problemas de organización
de la sociedad y el poder. En el pensamiento occidental este proceso nace
con los griegos, para prolongarse sin mayores discontinuidades en la cultura
medieval. El punto de ruptura de esta tradición, que permitirá progresivamente
la constitución autónoma del conjunto de las hoy llamadas ciencias
sociales, se halla en el Renacimiento.

El precursor conocido para este nuevo continente del conocimiento será Nicolás Maquiavelo (1469-1527), cuya obra marca la liberación, para la reflexión sobre la política de sus condicionantes teológicas o filosóficas. Lo que podríamos llamar ciencia política,
esto es, teoría del gobierno y de las relaciones entre el gobierno y la sociedad,
es el primer campo secularizado del saber que habrá de irse constituyendo
dentro del orden más vasto de las ciencias sociales.” Portantiero, Juan Carlos, “Introducción”, en: Portantiero, Juan Carlos,
La sociología clásica: Durkheim y Weber, CEAL, Buenos Aires, 1988, p. 9.

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